El músico Jordi Savall rompió paradigmas con su viola de gamba y su recuperación de patrimonio oculto. Esta leyenda de la música antigua nos concede una entrevista.
Jordi Savall vive a sus 74 años una intensa juventud. No ha reducido sus constantes giras, ofrece 150 conciertos al año dirigiendo a sus diferentes grupos –Hespèrion XXI, La Capella Reial de Catalunya, Le Concert des Nations…–, disfruta concentrado en sus recitales de viola de gamba, rehace disciplinas para instrumentos olvidados que él se encarga de restaurar y resucitar en el aire con sonidos, caso del rebab o la lira de arco.
Percibo en usted una sabia concentración. ¿Ha cambiado?
Han ocurrido muchas cosas en los últimos tiempos. Lo primero, la muerte de Montse. El año en que supo que la enfermedad empeoraba estuvo cantando intensamente, la acompañé todo ese tiempo.
¿De qué tipo? ¿Cómo?Con una mayor conciencia de la fuerza que lleva dentro. Me proporcionan una maravillosa energía que debo digerir para devolver en su justo término.
Son pocas las cosas, si uno es sabio, que resulten incompatibles con lo acumulado?Todo dentro de uno puede convivir. Tengo la suerte de sentirme libre. Hago lo que me gusta, emprendo los proyectos que me apetecen, no siento presiones, elijo mis músicos…
¿Lo que podríamos llamar armonía?Sí, sí, es eso.
Renunciar al Premio Nacional de Música fue una decisión justa”
¿Se quedó a gusto rechazando en 2014 el Premio Nacional de Música?
Tomémoslo a broma. Soy catalán, sabes que renunciar a 30.000 euros, si no hay una causa justificada, supone un sacrificio serio. Fue una decisión justa.
Hombre, su aportación, se va notando.
No es suficiente. Nunca será suficiente.
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